Hola a todos. Aunque ya esté a punto de acabar el día de Navidad, creo que aún llego para homenajear a todos aquellos soldados que lograron confraternizar el día de Nochebuena y Navidad hace 100 años durante las primeras Navidades que se vivieron en la Primera Guerra Mundial. El conflicto comenzó de manera oficial entre 1 y el 4 de agosto de 1914, el tiempo que tardaron todos los países principales beligerantes en ella en declararse la guerra. En un principio, Alemania aspiraba a vencer de manera rápida y derrotar a Inglaterra no sólo a nivel político, sino también en lo económico, donde gracias a la Segunda Revolución Industrial el país germano había neutralizado la ventaja inglesa. Todos los gobiernos y altos mandos militares daban por hecho que la guerra sería breve y en Navidad ya habría acabado. Sin embargo, la realidad fue muy distinta de la teoría. En efecto, el conflicto acabó alargándose cuatro interminables años. Los soldados, que eran los que realmente sufrían en sus propias carnes la guerra, campesinos y obreros de los países en conflicto, ya entreveían, como los oficiales, que la guerra no iba a ser corta. Así, y en contra de las previsiones de los citados altos jerarcas, en el frente de batalla, los soldados hicieron treguas y pararon la guerra en varios lugares del largo frente occidental, que iba desde el Atlántico hasta Suiza prácticamente. Fue algo espontáneo y no planificado desde los Altos Estados militares. También ha sido un hecho que ha intentado ser silenciado. Pero estos actos de humanidad siempre acaban por sobreponerse a la barbarie, de forma que no han caído en el olvido. Así, me parece muy importante que en el centenario de la Gran Guerra aprovechemos para homenajear a aquellos militares que decidieron parar la guerra por su propia cuenta y riesgo, dando una lección de humanidad que faltaba en los despachos de los altos mandos que no estaban día a día en el frente, y cuyas vidas no corrían peligro. En los últimos años se han realizado reconstrucciones históricas de este acontecimiento tanto en el cine como en la litetatura. Estas no son exactas cien por cien, pero sí ilustran muy bien el ambiente que se vivió, así como las actividades que los soldados hicieron. En séptimo arte cabe destacar la película Feliz Navidad, producción británica, alemana y francesa con actores de las tres nacionalidades. Mientras, en el campo literario debe nombrarse la primera novela histórica de la trilogía del autor escocés Ken Follet, La caída de los gigantes. Partiendo de los estudios realizados por los historiadores, los soldados se dedicaron fundamentalmente a enterrar a los muertos y a descansar del cansancio que las condiciones climatológicas y el esfuerzo bélico habían provocado. También, aunque parece ser que con un carácter más minoritario, se organizaron partidos de fútbol. Hay que destacar que en este conflicto, los países beligerantes no eximieron a los deportistas de alto nivel del momento de servir militarmente a su patria. De acuerdo con esto, muchos jugadores de la equivalente Premier League perecieron en el conflicto, como parte de las estrellas de la selección francesa de Rugby, del deporte alemán o bien tres campeones del Tour de Francia entre 1903 y 1914, es decir, tres de los vencedores en las doce ediciones disputadas hasta aquella fecha. Los ciclistas ganadores del Tour fueron dos franceses, destacando a Octave Lapize, el primero en coronar el Tourmalet en su primer paso allá por el año 1910, junto con otro corredor francés y otro luxemburgués. Pero centrándonos en cómo se originaron las mencionada treguas que quiero recordar, parecer ser que este procesó comenzó a surgir en las trincheras alemanas cuando éstos cantaron villancicos, especialmente el que en España hemos traducido como Noche de Paz (Stille Nacht en alemán), cuya creación data aproximadamente de los años diez del siglo XIX. Los británicos siguieron el ejemplo alemán y respondieron entonando sus propios villáncicos, debiendo mencionar el titulado Dreaming of home. En suma, se considera que de esto modo empezaron a producirse las distintas treguas a lo largo del frente occidental, el que enfrentaba a británicos y franceses por un lado y alemanes por el otro. En conclusión, creo que ha de rendirse un merecido homenaje a aquellos soldados que tuvieron un punto de humanidad y sensatez y dejaron de matarse entre ellos en una guerra que seguramente ellos no querían y en la que se vieron envueltos por los intereses de sus respectivos países regidos por una minoría acomodada de dichas poblaciones. Vaya mi recuerdo y gratitud para aquellas personas que participaron de aquel hecho humano evitando la barbarie, aunque sólo fuera durante dos días: 24 y 25 de diciembre de 1914. Cien años depués aún sigue vivo aquel hecho y desde luego que desde mi actividad docente intentaré hacer todo lo posible para que siga estando vivo y no caiga en el olvido como tantos otros hechos históricos. Para completar mi homenaje, he seleccionado un enlace a El País, que se hace eco del centenario y las intepretaciones de los villancicos mencionados. El de Stille Nacht por la griega Nana Mouskouri y el Dreaming of home de la banda sonora de la película Feliz Navidad.
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/12/23/actualidad/1419358972_418050.html
http://www.rtve.es/alacarta/videos/telediario/td1-armisticio-navidad-241214/2926388/
jueves, 25 de diciembre de 2014
Noche de familia, recuerdos y nostalgia: Aquellos maravillosos años
Hola a todos. En la arraigada tradición cristiana de España, la Nochebuena, que precede a la Navidad, día de nacmiento de Jesucristo, las familias hispanas tienden a reunirse al calor del hogar y con una comida copiosa que permita celebrar ese hecho religioso, pero también la reunión de unos parientes en un ámbito festivo que sirva para reunirse con tranquilidad y poder verse al margen de la rutina diaria que nos obliga a llevar unos hábitos vitales de carácter individualista. Son muchas las cosas que se hacen aparte de comer juntos: juegos, charlas, tertulias, chistes, actuaciones, revogida de regalos y recuerdo no sólo de momentos brillantes y pasados, sino también de los que nos han dejado. Por lo tanto, en este sentido, se implanta un carácter nosyálgico en el que nos parece que tiempos pasados fueron mejores. Sin ir más lejos, siempre en Nochebuenaa yo recuerdo aquellos años que las pasaba en Burlada con mis tíos, mis primos y sobre todo mis abuelos. Recuerdo con cariño la navidad de 1993, la última que pasé con mis dos abuelos maternos. Mis padres y mi hermano no estuvieron aquel año, pero a mi me gustaba pasar este día también con mis primos y tíos y abuelos, pese a que mis padres y hermano no estuvieran. Ya no soy capaz de recordar todas las cosas, pero sé que con mi primo estuvimos la tarde de compras y les compró a mis abuelos dos figuras, una de hombre y otra de mujer para cada uno de ellos. Tenía catorce años y había comenzado el Instituto con primero de BUP, sistema ya extinto. Recuerdo también las películas de jóvenes que echaron en la televisión y como comencé a levantarme tarde por vez primera en vacaciones, habiendo días que me despertaban las campanas de misa a mediodía. Los días de aquella Navidad fueron más intenson, ya que hubo tres días seguidos de fiesta: viernes por ser Nochebuena, sábado por Navidad y el 26 por ser domingo. Han pasado ya 21 años de aquello, pero siempre me gusta recordar aquellas Navidades, como las de hace 11 años en 2003, las últimas que pasé en Burlada con mis primos y tíos, pues además estaba recién llegado de mi estancia d investigación en Burdeos. Entre 1993 y 2003 no siempre pasé las Navidades en Pamplona, pero hasta 1990 más o menos sí. Un recuerdo que siempre estará en mi cabeza es que a mis primos los regalos se los traia Papa Noel o el Olentxero, de manera que ellos podían jugar todas las Navidades con los juguetes que habían pedido, mientras que mi hermano y yo únicamente disponíamos de un pequeño juguete. Y ello era porque en mi casa eran los Reyes quienes traían los regalos grandes, de modo que tan sólo podía jugar con ellos un día o dos. De todas formas, me gusta recordar esas Navidades en Pamplona. Además esos recuerdos nostálgicos yo siempre los asocio con una canción interpretada por Joe Cocker, aquella que era la banda sonora de la serie Aquellos maravillosos años, de la que Cuéntame ha tomado prestado algunos detalles como que la historia la narra el hijo pequeño varón de la familia. Sirvan estas líneas también para recordar aquella serie de televisión norteamericana y también para homenajear a su cantante, el británico Joe Cocker que nos dejó ayer y que tenía no sólo una peculiar voz, sino también grandes canciones. Yo voy a rescatar la de la citada serie. Espero que os guste:
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